
Evidentemente, empecé a tener una conversación mental con ella, donde respondía así de este modo;
*Verás, la tal feminidad que dices estar orgullosa de ser, es en realidad, la toda apariencia de mujer femenina pasiva, sumisa, incompetente, desvalida, quejica, coqueta, exageradamente emocional, sexualmente pasiva donde lo último que se espera de una mujer femenina es que sea capaz de conseguir algo por si misma.
La masculinidad es para los hombres, un medio de definirse a si mismos como los ejecutivos agresivos, respetados, fuertes, que deben socialmente estar por encima de sus compañeros, vecinos, que bajo ningun concepto deben mostrar sus emociones, ni menos llorar en público, pues se les tacharían de hombres féminas, homosexuales o maricones.
Es decir, masculinidad y feminidad, en nuestra sociedad son construcciones relacionales. Es lo que llamamos identidad de género, esto es una persona nace con un sexo determinado, hombre o mujer pero que más tarde tendrá que adoptar determinados comportamientos o actitudes, una serie de patrones que cada cultura adjudica a cada sexo.
La realidad es, que la cultura en la que vivimos configura y limita nuestra imaginación, pensamos, actuamos, y sentimos de una cierta manera, de tal manera que hace más complicado o imposible que podamos actuar o sentir de una forma diferente.
Lo masculino es; azul, corbata, agresivo, triunfador, ejecutivo, sobrio.
Lo femenino es; rosa, pendientes, pasiva, secretaria, frívola, cotilleo, utiliza armas de mujer.
De esta forma se nos inculca desde pequeñas la idea de que para hacernos valer tendríamos que tener a un hombre que cuidara de nosotras.
Deberíamos pensar que desde que la mujer se ha incorporado al mundo laboral, estos patrones asignados, no deben ser admitidos, la mujer no es pasiva o frívola. Hoy en día, el hombre reivindica su derecho a interesarse por la moda, la decoración, el cuidarse y untarse cremas faciales anti arrugas, anti manchas sin que se le tachen de mariquitas.
Evidentemente las diferencias son reales y variadas, pero creo que para reclamar una igualdad de derechos se debería iniciar la deconstruccion de la masculinidad y la feminidad tradicionales puesto que el desigual ritmo de los perfiles de género está dificultando nuestras vidas, entre los hombres y las mujeres, nuestras relaciones y nuestras posibilidades para desarrollarnos como individuos libres. Necesitamos hombres feministas tanto como mujeres feministas.
Pero claro, ¿Qué es ser feminista? Una mujer feminista no quiere decir que odia a los hombres, ni por supuesto que es un marimacho o una lesbiana. Me causa mucha tristeza ver, que en el imaginario popular, una feminista es una mujer que quiere ser más fuerte que los hombres, o que quiere vivir sin hombres o que quiere ser un hombre, etc. Aclaro que ser feminista es plantearse su valía por sí misma, que desea ser juzgada como un individuo antes que como miembro de un grupo con una sola personalidad, una sola función social, que desea tener derecho a disfrutar de su propio bienestar.
Mientras la sociedad siga dando por hecho que una mujer y un hombre deban tener comportamientos diferentes, va a ser complicado que las mujeres nos convirtamos en profesionales cualificadas, respetadas como tal y así también hacia con los hombres, porque los trabajos de secretarios, peluqueros, bailarines, enfermeros se les vetan el acceso ya que socialmente estamos regidos por los roles de género que nos correspondan.
Debemos ser feministas porque la discriminación laboral y el nulo apoyo a las madres trabajadoras está provocando un descenso drástico de la tasa de natalidad, esto impide nuestra libertad de acción, las mujeres se ven impedidos, forzadas por las circunstancias a posponer la maternidad, a optar por un único hijo o a renunciar a ella puesto que, los años fértiles de las mujeres son los de desarrollo y promoción en su carrera. Las mujeres suelen estar en un mercado, donde los salarios son más bajos y donde hay menores posibilidades de promoción.
Pero el enemigo numero uno de las mujeres no son fundamentalmente los hombres, ni la sociedad en general, sino ellas mismas. La mejor amiga o enemiga de una mujer, es ella misma, los amigos, los amantes, la familia, pueden abandonarnos o morirse, pero nosotras no podemos librarnos de nuestro yo.
Hipocresía, trivialización del propio valor, victimismo, adicción a la aprobación masculina desprecio hacia nosotras mismas y hacia nuestras semejantes, el enganche a un concepto peligroso del amor; el sacrificio, el de la amante redentora de su hombre, cuando sacrificamos nuestra autoestima, nuestra valoración, nuestro ego, nuestra estabilidad a un hombre, lloramos porque no nos llama, o porque nos deja, o porque es infiel, o porque no nos valora, y nos olvidamos de que nadie podrá estimarnos en tanto que no nos valoremos a nosotras mismas.
Luchemos por nosotras, por nuestro bienestar, por ellos. Por mí.