22 enero 2008

Violencia Machista I. Aunque me cueste la vida.


Lloro sin lágrimas, grito sin voz, me palpita velozmente el corazón noto el pumpumpumpumpum pum pum pum y así repetidas veces. -¿Dónde estoy?- Tiemblo. Intento recordar, he perdido el sentido de la realidad, miro a mí alrededor y no veo nada. No se donde estoy, me duele, siento el cuerpo inundado de dolor, -¿estoy muerta?-me pregunto.

Intento caminar, pero no puedo, me duelen las piernas -¿Qué me esta pasando?- insisto. Y de repente…silencio. Todo gira alrededor. -Tonta, tonta de mí- me ha vuelto a pegar. Tiene su derecho, se ha puesto celoso. -¿De quien?- intento pensar -¿Dónde he estado hoy?- me fui a estudiar, - ¿miré a algún chico?-Juro que no miré a nadie, le llamé a la misma hora de siempre -¿fui puntual?-, después me fui a trabajar, -¿me crucé con alguien?- continuo el debate interno.
Piensa Paz, piensa, -¿fui tan puta como dijo el?-. Debió notar que hoy no me apetecía, !me negué¡ que estúpida fui. Encima le grito porque me acusa de frígida para con él pero de puta incorregible y guarra porque miro a los demás. Seguro que tiene razón.

¡Dios mío¡ si yo fuera él, debería haberme arrancado los ojos. Ahora debe estar mal, se que esto me ocurre por desagradecida. -¡Fíjate¡- me ayuda a pagar los gastos de la carrera, quiere que acabe los estudios, me dice que soy su esperanza. -¡Qué cosas más bonitas me dice¡-. Y mira como le respondo, como me odio de veras, si yo fuera él, debería haberme abandonado hace mucho tiempo ya. -!Que paciencia tiene conmigo¡-.

Contemplo a la mujer del espejo, ahogo un grito, -¡Jesús¡, estoy sangrando-, creo recordar que he recibido una patada en la frente, las gafas están rotas, se me han clavado en el puente de la nariz, los cristales esparcidos por el suelo...uf que mal, me lo merezco por arrogante.

Debo levantarme, no quiero que me encuentre así, -¿Dónde estará?- Debo pedirle perdón, debo disculparme por mi actitud. -¿Qué dije?- no recuerdo, espero que no me abandone por esto.

Me pega para corregir mis errores, me tiene que controlar porque sino, estaría follando con todos los chicos que pasen por mi lado. Debería andar con la mirada puesta en el suelo, así evito sus celos.

Porque... -¿qué haría yo sin él?- y -¿el sin mi? Pobrecito, no tendría ropa limpia que ponerse, ni las sábanas planchadas, ni la comida caliente...

-¡Que vergüenza¡- no merezco vivir, y mira que intenté, que intenté quitarme la vida, no soy digna de estar con él. El otro día cuando tomé esas malditas pastillas, que no hicieron efecto alguna, él me ayudó a limpiar el estómago, luego le ví llorar (si es que el tonto me quiere un montón).

Soy tan mala- me torturo- que debo seguir viviendo para pagar mis culpas.

-¿Por qué le contesto de esas maneras?- ¡que atrevida¡ arrastro mi cuerpo hasta encontrar apoyo en la pared e intento respirar, porque me cuesta, creo que son por las patadas y los golpes recibidos.

-¡Dios mío! ya viene, oigo sus pasos, está subiendo las escaleras, está a punto de abrir la puerta (que frío hace), se me queda mirando, me abraza llorando, dice que lo hace por mi bien, que sufre mucho cuando me castiga, me pongo a llorar de emoción porque eso significa que me perdona. Me comenta algo del hospital, que diga que me he caído por las escaleras, así evitamos que se entrometan en nuestras vidas. Le digo que tiene razón (como siempre), que como me ha perdonado, le juro y le prometo que no voy a decir nada a nadie, aunque por ello me cueste la vida.

2 comentarios:

Fernando Díaz | elsituacionista dijo...

No me salen las palabras.

Paz dijo...

de Anonimo;

Supe de alguien que sufría algo similar. La tengo por una persona equilibrada y racional. Sé cómo piensa hoy, a años vista de aquella época dura que vivió y manifiesta que de todo aquello lo único positivo que extrajo es la facultad que hoy tiene de entender que quienes agachan la cabeza y asumen, no son seres estúpidos o sin sustancia; es que ocurre, estas cosas suceden por muy madura y centrada que se tenga la cabeza. El amor, la esperanza, las ilusiones, sustentan quimeras insostenibles, pero solo en apariencia. La insostenibilidad se ve desde fuera, no desde dentro.

Esto me hace pensar que hay que abrir los ojos con firmeza a aquellos seres que, por fortuna, nos confían este tipo de situaciones, y con tant vigor como cariño hay que empujarles al abismo de la libertad que, bien mirado, al final se parece más a un saltito que a precipitarse a un precipicio.

Es importante y generoso, Paz, transmitir estas cosas que nos regalas. Y esperanzador. Esos barrotes son de papel y los carceleros también lo son. Un tijeretazo aquí y allá y libres. Luego a lo peor resulta difícil salir adelante pero al menos hay horizontes. En las cárceles afectivas y con los grilletes de la autoestima anulada no los hay, salvo la esperanza de que tal vez esta noche no me pegue, de que quizá mañana tenga un gesto cariñoso.

Como decía Fernán Gómez, ¡A la mierda!