Esta sociedad considera que los bebés son cosa de mujeres y en esta consideración socializa a niños y niñas, y fomenta en éstas el deseo de ser madres y cierta sensación, que implica a todas las mujeres, de que su vida no está completa si no hay un hijo.
En contra de lo que a veces la opinión pública parece creer, los hijos también son cosas de las lesbianas. El deseo de ser madres es tan común a las mujeres lesbianas como lo es a las mujeres heterosexuales. Y como las posibilidades para que este deseo se haga realidad son cada vez mayores y más accesibles, muchas lesbianas están teniendo hijos y muchas más los van a tener en el futuro. La sociedad tiene que empezar a acoger a estos niños en las mismas condiciones que a los demás niños.
Sin embargo, lesbianismo y maternidad genera unos problemas específicos que tienen que ver con la posición de las mujeres en esta sociedad. Una situación de doble discriminación que debido a la falta de una regulación y cobertura legal, repercute especialmente en la situación social de estas familias y, por tanto, en los hijos.
La maternidad es una decisición personal, independientemente de nuestra preferencia u orientación sexual y todas tenemos el derecho a elegir, si se quiere o no tener descendientes. Para todas las mujeres: heterosexuales, lesbianas, la maternidad involucra sentimientos intensos como la alegria, la plenitud.
En la actualidad, el derecho al disfrute de una vida plena, sin discriminación no se cumple, ya que el mundo de las mujeres lesbianas sigue considerándose, como un colectivo ajeno al resto de la sociedad: ser mujer y amar a otra mujer, no es lo que el Patriarcado, haya inculcado a las mujeres. A las mujeres se nos ha negado la posiblidad de elegir libremente; el reconocimiento de identidad en la sociedad actual, la busqueda del goce y placer. Se nos ha educado para la reproducción y el servicio hacia los demás. Por tanto, éstas, son señaladas, atacadas, lo que lleva al ocultamiento de la identidad sexual, la imposibilidad de darse a conocer por temor, por incomodidad, llevando a muchas mujeres a padecer de soledad, depresión y desgaste emocional. La invisibilidad es precisamente la que genera el miedo; este miedo conduce al silencio; y, este silencio es el que fomenta la invisibilidad.
Las agrupaciones lésbicas luchan por el reconocimiento de los Derechos civiles, luchan contra la invisibilidad institucionalizada que conduce a la censura de su existencia, porque no todas somos iguales, pero si frente a la ley. Pero, ¿Son las leyes las que obligan al respeto a la diferencia ( si es que queremos creer que hay una supuesta igualdad de comportamientos o una "normalidad") o es la diferencia existente en la sociedad la que obliga a las leyes a reconocerla y a adaptarse? Si hablamos de homosexualidad, de familias homosexuales, y tantos otros casos, las leyes van muy por detrás de lo que ya existe en la sociedad, y de hecho sólo cambian cuando la situación es insostenible...
Debemos pensar además de que, cada persona tiene Derecho a elegir como quiere vivir la vida, que,la elección por la maternidad es un Derecho natural, biológico. Con instinto maternal o sin él, las mujeres desean tener pequeños para compartir su vida independientemente de su preferencia u orientación sexual, lo cual crea polemica en el caso específico de parejas homosexuales.
Se han realizado estudios en los cuales se llega a la conclusión, que, los hijos/as de dos madres, no ven afectado; su identidad, sexo genérico ni su preferencia u orientación. La diferencia estriba en que socialmente no es adecuado y no se acepta esta situación y, eso hace que los niños/as se encuentren en situaciones, no muy comodas.
Es importante señalar, en las posibilidades que tendrian muchos niños y niñas de tener padres o madres, que realmente se interesen por ellos, brindándoles apoyo y protección , ya que estas cualidades son determinantes en el desarrollo de una persona.
Es evidente que vivimos en una sociedad en permanente transformación. Tratemos, pues, de que los cambios no dejen fuera a ninguno de sus integrantes. Por ello, como decía M.L.Andersen, para conseguir el cambio es necesario mirar más allá de lo que ya existe, y plantearnos qué es posible. Si las condiciones cambian, es lógico que tanto el modo en que se trata el fenómeno como la sociedad en la que esto sucede, cambien también.
En contra de lo que a veces la opinión pública parece creer, los hijos también son cosas de las lesbianas. El deseo de ser madres es tan común a las mujeres lesbianas como lo es a las mujeres heterosexuales. Y como las posibilidades para que este deseo se haga realidad son cada vez mayores y más accesibles, muchas lesbianas están teniendo hijos y muchas más los van a tener en el futuro. La sociedad tiene que empezar a acoger a estos niños en las mismas condiciones que a los demás niños.
Sin embargo, lesbianismo y maternidad genera unos problemas específicos que tienen que ver con la posición de las mujeres en esta sociedad. Una situación de doble discriminación que debido a la falta de una regulación y cobertura legal, repercute especialmente en la situación social de estas familias y, por tanto, en los hijos.
La maternidad es una decisición personal, independientemente de nuestra preferencia u orientación sexual y todas tenemos el derecho a elegir, si se quiere o no tener descendientes. Para todas las mujeres: heterosexuales, lesbianas, la maternidad involucra sentimientos intensos como la alegria, la plenitud.
En la actualidad, el derecho al disfrute de una vida plena, sin discriminación no se cumple, ya que el mundo de las mujeres lesbianas sigue considerándose, como un colectivo ajeno al resto de la sociedad: ser mujer y amar a otra mujer, no es lo que el Patriarcado, haya inculcado a las mujeres. A las mujeres se nos ha negado la posiblidad de elegir libremente; el reconocimiento de identidad en la sociedad actual, la busqueda del goce y placer. Se nos ha educado para la reproducción y el servicio hacia los demás. Por tanto, éstas, son señaladas, atacadas, lo que lleva al ocultamiento de la identidad sexual, la imposibilidad de darse a conocer por temor, por incomodidad, llevando a muchas mujeres a padecer de soledad, depresión y desgaste emocional. La invisibilidad es precisamente la que genera el miedo; este miedo conduce al silencio; y, este silencio es el que fomenta la invisibilidad.
Las agrupaciones lésbicas luchan por el reconocimiento de los Derechos civiles, luchan contra la invisibilidad institucionalizada que conduce a la censura de su existencia, porque no todas somos iguales, pero si frente a la ley. Pero, ¿Son las leyes las que obligan al respeto a la diferencia ( si es que queremos creer que hay una supuesta igualdad de comportamientos o una "normalidad") o es la diferencia existente en la sociedad la que obliga a las leyes a reconocerla y a adaptarse? Si hablamos de homosexualidad, de familias homosexuales, y tantos otros casos, las leyes van muy por detrás de lo que ya existe en la sociedad, y de hecho sólo cambian cuando la situación es insostenible...
Debemos pensar además de que, cada persona tiene Derecho a elegir como quiere vivir la vida, que,la elección por la maternidad es un Derecho natural, biológico. Con instinto maternal o sin él, las mujeres desean tener pequeños para compartir su vida independientemente de su preferencia u orientación sexual, lo cual crea polemica en el caso específico de parejas homosexuales.
Se han realizado estudios en los cuales se llega a la conclusión, que, los hijos/as de dos madres, no ven afectado; su identidad, sexo genérico ni su preferencia u orientación. La diferencia estriba en que socialmente no es adecuado y no se acepta esta situación y, eso hace que los niños/as se encuentren en situaciones, no muy comodas.
Es importante señalar, en las posibilidades que tendrian muchos niños y niñas de tener padres o madres, que realmente se interesen por ellos, brindándoles apoyo y protección , ya que estas cualidades son determinantes en el desarrollo de una persona.
Es evidente que vivimos en una sociedad en permanente transformación. Tratemos, pues, de que los cambios no dejen fuera a ninguno de sus integrantes. Por ello, como decía M.L.Andersen, para conseguir el cambio es necesario mirar más allá de lo que ya existe, y plantearnos qué es posible. Si las condiciones cambian, es lógico que tanto el modo en que se trata el fenómeno como la sociedad en la que esto sucede, cambien también.
6 comentarios:
Me quedo con la frase de M.L. Andersen, aunque en la realidad todo parece indicar lo contrario. No nos planteamos qué es posible, solo reaccionamos cuando nos damos cuenta que es real. Felicidades por tu entrada y que sepas que te sigo leyendo. Besos
Salud
Por llevarte la contraria, creo firmemente que la sociedad -española- ya asume que el tener dos padres o dos madres no hace al niño diferente. Excluyendo, por supuesto, a los apocalípticos de las manzanas y las peras con su religiosidad a cuestas. Por lo demás, interesante esto que cuentas.
Sigue así y continúa dándonos miedo a todos.
Salud.
Hola Paz, estuve revisando tu blog "Miedo al feminismo" y me parece realemente claro e interesante. Es mas, lo he incluido en mi nuevo proyecto "Blogomana.com": un directorio solo para blogs femeninos, hechos por mujeres.
Te invito a echarle un vistazo en:
http://www.blogomana.com
Si tienes alguna sugerencia no dudes en comunicarnoslo. Si es posible añadir un link hacia Blogomana en tu blog, ayudaras a hacer nuestra comunidad femenina mas fuerte. Gracias.
Ake
Un saludo!
Vaya que ultimamente me ha estado rondando por la cabeza la idea de la pareja gay criando hijos. Es dificil, sobretodo cuando viene la situación moral a picar las ideas que ya estaban forjadas. Acá en México recién se aceptó una ley de Convivencia, una ventaja para las parejas gay es el respaldo legal que pueden tener si se unen mediante esta ley. La ley no contempla que la pareja pueda adoptar, pero creo que es un paso hacia esa opción. Cuando termino de leer y recuerdo todas las discusiones que he entablado alrededor del tema, digo, en efecto Aún hay tremendo Miedo al feminismo.
comentarte que me ha parecido super acertada la crítica que has publicado en el blog, tienes razón en lo que dices y además, con este comentario haces reflexionar a cerca del tema. Me ha gustado la puntualización que haces de que el hecho de tener madre/s lesbiana/s no hace a la criatura ni homosexual, ni diferente, porque todavía hay gente que piensa que eso sucede... y de lo que no se dan cuenta es que los homosexuales, han sido el fruto, por regla general, de una relación heterosexual... En fin, que na' de na'... que a esta sociedad le queda mucho por evolucionar
Los modelos están cambiando. Esta es una realidad que a nadie debe escapársele y cuanto antes lo acepte la sociedad-de-todalavida menos tiempo nos harán perder a los demás, de manera que igual necesitan un poco de ayuda.
Yo fui un niño imbécil, machista y limitado mental y sensiblemente porque no tenía otra referencia. Fuí homófobo de carton piedra, de esos de risa huera y engolada, ahuecada, cuando oía chistes de Arévalo, quizá porque tocaba reirse de aquello. También eran otros tiempos pues yo tengo más años que el hilo negro.
No tenía a mi alcance otra cosa.
Hasta que un día vi a un joven caminando por la calle, con más pluma que el lago de los cisnes y paseándola con toda dignidad contoneante.
Se acercó a una parada de taxis con taxistas de antebrazos velludos y popeyescos. Eran seis o siete. El joven, acentuando su contoneo pasó delante de ellos, que se rieron con esa voz hueca, gutural, que ponen los muchachotes futboleros cuando entonan el oé, oé, oé, oéeee, no sé si para empastar o para dotar de masculinidad a algo tan sospechoso de virilidad para sus mentes dosdedescas como un cántico.
Jojojojojo, se oía reir a los taxistas, de manera impostada (tengo una especie de sensibilidad para deducir estas cosas y un buen oído proverbial)al paso del joven emplumado, que siguió su camino adelante, con una determinación y agallas que admiré. Él fue mi primera referencia y estuve con él, en ese instante, cayéndoseme de golpe todos los andamios cretinos que construían mi percepción caricaturesca de los maricas, y ese chico me pareció alguien en verdad valiente. ¡Joder, cómo admiré a ese tipo!
Mi amiga Clara (la llamaré así por deferencia a su anonimato) me confiesa a menudo su sufrimiento por su mal llevado amar a otra mujer. Yo la escucho con cariño infinito (es imposible no querer a mi amiga Clara) y trato de insuflarle valor, incluso hasta le propongo que me invite a cenar a casa de sus padres y ayudarla a expresarse, pues lo veo fácil, pero lo mío es kamikazesco, lo reconozco. Siempre me quedo frustrado cuando escucho a Clara, que es todo amor y limpieza mental y me sale las bilis por las orejas porque es inadmisible que ella sufra, que precise esconder su amor, símplemente porque la perosna que ama no se llama Carlos o Jorge sino Alejandra.
Ese dechado de bondad y de sentido común que es mi amiga Clara la faculta enormísimamente para cuidar a un bebé y darle calidez, educación libre, respeto. Y lo veo tan claro que cuando tengo enfrente a un o una cavernícola que me saca sobre el tapete la pareja tradicional y cristiana de padres como dios manda, me dan ganas de encerrarlos en un cuarto y obligares a escuchar todos los discos de Julio Iglesias y los de Raphael aunque, verdaderamente, es una tortura excesiva pero yo es que soy muy bizarro y con según qué cosas me desaforo.
Hay que reeducar. A troche y a moche, sin pudor. Hay conciencias que solo se despiertan a martillazos. Amartillemos. Al final nos lo agradecerán.
Dicen que los hijos se acaban convirtiendo en severos jueces de sus padres y yo al mío, ya fallecido, no puedo perdonarle que me privase de una mente libre y amplia, educándome por contra en barreras memas que me robaron años de andar perdido y creyendo en cosas que no son, que no eran.
Hoy, mi madre, muy anciana, es capaz de dejarme que le libere de esas cadenas y me lo agradece. Se siente víctima de una educación mema y pacata y saborea nuevas perspectivas, algunas muy osadas. La quiero y la respeto pero no tengo compasión con sus corsés y ella, valiente, cuando se los desabotono, me mira dulce, sonriente, y me da las gracias por ayudarla a volar y desde su bondad infinita, mirándome con sus ojillas ya casi apagados, me hace sentir bien por ayudarla a comprender.
Seamos, pues, magnánimos con la marquesona, con la vizcondesa, con el vecino del cuarto, con el fachete del bar y jodámosle vivas sus estructuras para que puedan liberarse y reivindicar, con nosotros, el derecho a que cada cual ame como quiera y a elegir individualmente su camino en el que se incluye algo tan necesario e inherente a la persona como es la necesidad de ser madre aunque su pareja no sea un hombre.
Si una viuda o una divorciada puede sacar adelante a un hijo, ella sola, cuánto mejor lo harán dos; ¿no? Igual digo respecto a los hombres. Yo soy padre divorciado y me he cuidado yo solito de la educación de mis dos hijas desde que eran bien pequeñas y han crecido en armonía, diálogo y libertad. No he necesitado ayuda y me las he arreglado muy bien yo solito, en todo, en contra de la boba y generalizada creencia de que un hombre no es capaz de hacer esto... ¿cómo que no? es cansado pero no difícil; es esforzado pero no impracticable. Ni de coña. Un placer inmenso. Vaya, pues pienso que si me hubiese ayudado Lorenzo o Matías, en caso de que yo hubiese sido homosexual y emparejado, me habría venido de perlas.
Sé que hablo muy ruda y campechanamente pero es que es así como lo siento y es así como creo que hay que difundirlo, con naturalidad porque es mucho más simple de lo que pudiera parecer y, a las mentes simples hay que hablarlas con simpleza. Aunque sea por humanidad, para que entiendan, para que tengan referencias, al menos, las que yo no tuve.
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